INDICE DE CONTENIDOS

22 - ENSAYO SOBRE EL DON
21 - POR UN FEMINISMO DE LA RECUPERACION
20 - LO QUE SE OCULTA TRAS LA CUESTION DEL
VELO ISLAMICO .
19 - LAS SERRANAS (primer avance)
18 -EL CREACIONISMO Y LA DOMINACIÓN:
VIGENCIA DE KROPOTKIN
17 - LOS LIMITES Y LA COMPLACENCIA
16 - A LA VERDAD - Lope de Vega
15 - D. Quijote explica a unos cabreros la edad dorada y se declara defensor del modo de vida de las mujeres en aquellos tiempos (Miguel de Cervantes)
14 - LA DEGENERACIÓN DE LA RAZA HUMANA POR LA
PÉRDIDA DE SUS CUALIDADES FUNDAMENTALES.
13 - ¿DÓNDE ESTA WALLYS? (un juego semántico)
12 - EL EQUIVOCO DE NIETZSCHE
11 - El abrazo materno y el continuum del sistema sexual de
la maternidad: a proposito del Metodo Madre Canguro
10 - PARTO ORGASMICO: testimonio de mujer y
explicación fisiológica.
9 - Sobre la función orgánica y social de la sexualidad (I)
8 - Hace falta una Declaracion Universal de la Condicion
humana.
7 - Aunque el fascismo se vista de seda, fascismo se queda.
6 - Tres versos de Lope de Vega
5 - Nota aneja al libro Pariremos con Placer (2ª edición)
4 - El deseo materno existe y hay que decirlo
3 - Amamantar por placer (reseña de un libro)
2 - ¿Domina el sistema neurológico los demás sistemas del
cuerpo? - Las cosas como son y las palabras para decirlo
1 - Objetivos de AMARYI



sábado, 30 de agosto de 2008

¿Domina el sistema neurológico los demás sistemas del cuerpo?

DOMINA EL SISTEMA NEUROLÓGICO HUMANO A LOS DEMÁS SISTEMAS DEL CUERPO?
Las cosas como son y las palabras para decirlas.


Recientemente han intentado convencerme de que el sistema neurológico humano es superior y domina sobre el resto de los sistemas que forman nuestro cuerpo. La cuestión me ha parecido muy importante, y me ha movido a escribir estas líneas.

Nuestra civilización tiene un lenguaje adaptado. Esto quiere decir que nombramos y pensamos las cosas definiéndolas por la manera en que tienen de funcionar en esta sociedad. Las cosas de la vida que pasan pero que no se ven, no se nombran ni se piensan; y cuando las percibes, no tenemos palabras para decirlas. Y así es como, cuando la percepción pasa, lo que habíamos percibido en un momento dado, retorna a su condición de invisible.

La adaptación del lenguaje es, claro está relativa; en muchos aspectos las relaciones de dominio tenazmente invisibilizadas, se ponen en evidencia; también las comparaciones entre distintas culturas nos hacen ver que lo que creíamos inmutable no lo es, o que lo que creíamos monolítico resulta que puede ser descompuesto en miles de otras cosas que se reorganizan continuamente de forma diversa y caótica, etc. etc. Pero aún así, las palabras son el esqueleto básico del orden simbólico que se instala en nuestro inconsciente y nos gobierna en muchos aspectos.

La incapacidad de imaginarnos y de conceptualizar muchas cosas de la vida y de su funcionamiento, es tan importante que, sin ella, los discursos que sustentan la represión de la vida en todos los campos, no se podrían mantener.

Por ejemplo, la incapacidad de imaginarnos y de conceptualizar la verdadera maternidad, o la armonía natural entre los dos sexos, la fraternidad entre hombres y mujeres que debería englobar las relaciones coitales (y no a la inversa, como manda el orden falocéntrico), o la armonía natural entre generaciones, etc. etc.

Otro ejemplo es el del pobre Machado, que tras percibir el distinto funcionamiento de la vida y del mundo de la dominación, tenía que dar un rodeo para distinguirlos, con aquello de “lo que se pierde si no se da’ y ‘lo que se pierde si no se guarda”, y así seguimos dando rodeos para distinguir las cosas.

También Bergman en su documental Restaurar el paradigma original… tiene que empezar por explicar el título; explicar lo que es un ‘paradigma’ (la presunción que nos hacemos de las cosas), para que se pueda entender que tenemos una presunción implícita equivocada del concepto de maternidad y del cuidado de l@s bebés.

Esta reflexión se centra en la presunción equivocada que nos hacemos de las cosas que son diferentes; una extraña tendencia a ver las diferencias en un orden jerárquico, sin ni siquiera darnos cuenta de que la jerarquización puede ser algo innecesario y ajeno a ellas. Pues la asignación de categorías jerárquicas es inconsciente y casi automática, y tenemos la mente siempre dispuesta a verlo todo jerárquicamente, los calificativos clasificadores de mejor, más fuerte, más importante, superior, más list@, más guap@, etc., en la punta de la lengua. Hay dos sexos en los seres humanos, y, zás, ya está, uno es superior a otro: hemos construido toda una civilización basada en la presunción de que los hombres son mejores y superiores que las mujeres, etc. etc., superioridad que ha sido profusamente argumentada con todo tipo de disparates sostenidos por las ciencias, las humanidades, las religiones, etc., durante siglos y siglos. Puesto que llevamos siglos viéndonos a nosotr@s mism@s y a nuestr@s hij@s, etc. jerarquizad@s, no es de extrañar que tengamos esta incapacidad de ver las cosas como son.

Sin entrar en la intencionalidad, en el por qué se inventó esta peculiar manera de ver las cosas, es preciso fijarse en ella para poder entender por qué el funcionamiento armónico y unísono de los sistemas que forman un ser vivo no nos cabe en la cabeza; y eso que tenemos la palabra para decirlo, la palabra sinergia: la decimos pero aún así, es como si no acabara de entrarnos en la cabeza.

La filosofía griega sentó las bases de la generalización del patriarcado en el siglo V a.c., con esta manera equívoca de ver las cosas. Aristóteles resumió este equívoco con aquello de que

Para hacer grandes cosas es preciso ser tan superior a los semejantes como lo es el hombre a la mujer, el padre a los hijos, el señor a los esclavos.

Haciendo trizas las relaciones sinérgicas, armónicas, de consanguinidad y grupales, entre los seres humanos que habían resultado de la propia evolución de la vida.

La simbiogénesis o endosimbiosis seriada es la teoría evolutiva que dice que las formas de vida evolucionaron de las más simples a las más complejas, por acoplamientos simbióticos. Es decir, que dos formas de vida con capacidad de autorregulación en sus ecosistemas correspondientes, se unen creando una autorregulación común y un ecosistema común más favorable para ambas. Y así se fueron haciendo organismos cada vez más complejos con sistema de autorregulación común, que engloba de forma armonizada los sistemas que le forman, y sus autorregulaciones específicas. La armonía entre las autorregulaciones de cada parte y la autorregulación del conjunto en un organismo complejo solo se puede entender como el resultado de un proceso evolutivo endosimbiótico; el resultado, el funcionamiento armónico común se ha llamado sinergia. En una organización sinérgica, cada parte realiza su función con su movimiento propio establecido filogenéticamente. Nadie le da órdenes a un glóbulo rojo de lo que tiene que hacer. Sin la perspectiva evolutiva de la simbiogénesis, es imposible imaginar que algo tan complejo funcione de modo armonioso y sincronizado como lo hace el cuerpo humano. ¿Cómo es posible que todos los sistemas del cuerpo humano funcionen al unísono, a todos los niveles, molecular, plasmático, celular, tejidos, órganos, sistemas enteros, etc., todas las reacciones químicas, físicas, los cambios moleculares, etc.? El acoplamiento sincronizado de las células para formar tejidos, los tejidos para formar órganos, las redes vasculares, neurales, neuromusculares, etc., es el resultado de un proceso evolutivo ‘endosimbiótico’. Puede haber otros fenómenos, pero esto es lo esencial de la vida y de su evolución.

La diversidad es imprescindible para el funcionamiento de la vida, y en el del cuerpo humano que, como dice Laborit, es un conjunto hipercomplejo de sistemas; tiene que haber diversidad para realizar las distintas y complejas funciones, unidas sinérgicamente. ¿Cómo es posible que la humanidad se haya pasado 2 ó 3 milenios creyendo que los hombres son más importantes o mejores o superiores que las mujeres? ¿No es obvio que la diferencia de sexos es imprescindible para el funcionamiento de la vida, es decir, que cada uno de ellos no podría existir sin el funcionamiento del otro? Los sistemas que forman nuestro cuerpo son todos imprescindibles (cada uno necesita del conjunto y el conjunto necesita de cada uno) e importantes.

Al jerarquizar las diferencias y hacer que unas cosas sean mejores y superiores que otras, rompemos la armonía fijada evolutivamente. Y además nos impide comprender y mantener el sentido que tiene la diversidad en la vida. Por ejemplo, cuando se traduce ‘maternal’ (Bachofen) por ‘matriarcal’, al asignar a la madre la función de mando la sustraemos la función libidinal fijada evolutivamente para el mantenimiento de la vida humana.

Si hay una palabra para definir la vida esa palabra es armonía. La armonía de la diversidad. Porque cualquier ente orgánico, cualquier especie está hecha de funciones diversas necesariamente armonizadas.

En las manadas de elefantes que recorren todavía algunas sabanas, se observa que las hembras y los machos caminan agrupad@s por sexos, y que a la cabeza del grupo de hembras marcha la más vieja… y esto se interpreta como una posición de dominio, y se dice que esta hembra es la ‘matriarca’ del grupo. La hembra más vieja es la que tiene más experiencia y más conocimiento acumulado y por eso realiza la función de ir abriendo el camino. Pero ¿tiene que suponer necesariamente una relación de dominio sobre las demás? ¿Por qué tenemos que entender una función específica como superior? ¿Quizá porque en nuestro mundo cuando alguien controla algo lo utiliza para manipular a los demás? Pasa lo mismo con el ‘jefe’ indio de nuestras películas de indios y vaqueros. Ahora resulta que con la palabra ‘jefe’ se traducía una palabra de la lengua indígena que no quería decir ‘jefe’, sino otra cosa que no existe en nuestro mundo, y era una función general de servicio, necesaria para el funcionamiento grupal. Este ‘jefe’ no tenía ningún poder de decisión, y su función no tenía ninguna connotación de dominio o de superioridad, aunque tuviera el reconocimiento de sus herman@s de hacerse cargo de una serie de labores grupales (lo mismo que hay un servicio de barrenderos para que funcionen las economías domésticas). Porque resulta que el tal ‘jefe’ era el mayor currante de todo el grupo, que trabajaba para todo el colectivo. ¡Cuántas funciones y cuántas cosas reales pero invisibles hay todavía que no tienen palabras para decirlas!

¿Por qué traducimos interpretando esa función del indio como si fuera una función de ‘jefatura’ (que implica tomar decisiones por los demás, dar órdenes, controlar su ejecución, etc.), que nada tiene que ver con la función que en realidad hacía, y que se puede hacer sencillamente sin atribuirle categoría jerárquica? Desde luego, es difícil de imaginar cosas de las que no hemos tenido ni siquiera la noción de su existencia, ni han sido nombradas en nuestra cultura. Como tampoco entendemos la diversidad de funciones de la vida, y que la vida es un encaje de diversas funciones armónicamente acopladas. Y en cambio estamos acostumbrad@s a un tipo determinado de funcionamiento en los que siempre hay alguien que está por encima de otr@s.

Entonces, lo que pasa es que, si se jerarquiza una función que no tiene nada que ver con tomar decisiones por los demás, dar órdenes y controlar su ejecución, es precisamente para introducir estas otras funciones que en principio eran ajenas a la función original.

La categoría jerárquica se atribuye además de acuerdo con el tipo de dominación que rige en nuestra civilización: lo que hacen los hombres, las mujeres, l@s niñ@s, los señores, los esclavos…

Y también, como en nuestra civilización la dominación descansa en la quiebra de la armonía entre el cerebro límbico y el neocortex, y en el sometimiento del primero al segundo (para mantener reprimida una parte de nuestra vitalidad), decimos que el neocortex es el ‘cerebro superior’, y así se explica y se dice cuando se estudia el cerebro humano.

Y en línea con esto, se dice que el sistema neurológico domina y es superior al resto de sistemas.

El argumento que me daban para defender la superioridad del cerebro y del sistema neurológico sobre los demás sistemas del cuerpo humano, era el cráneo, la osamenta que tenemos para protegerlo, que ningún otro órgano tiene.

Y seguimos con lo mismo, porque la vida pone dispositivos para proteger las cosas que hay que proteger, y es absurdo establecer una jerarquía entre las cosas por el tipo de protección que tienen. El tipo de protección es el adecuado para cada cosa, y precisamente porque son distintas y diversas cada una tiene distinta protección; y resulta que el cerebro, la masa encefálica, los lóbulos y las glándulas son de una textura super blanda que debe tener una adecuada protección. Lo mismo que la caja torácica, todo el costillar está para proteger el corazón y los pulmones, etc. Para que se entienda mejor:

Los delfines cuando van de un sitio a otro, nadan poniendo en medio de tod@s a las madres con crías para protegerlas, y esto no quiere decir que la madre con la cría, por estar especialmente protegida, sea un tipo de delfín ‘superior’ o ‘dominante’.

Todo es cuestión del cristal con el que se mira. Porque mira por donde, si en lugar de ser una delfina madre fuera un delfín macho, seguramente nos dirían que es el ‘jefe’ o el ‘patriarca’ que va escoltado por sus subordinados. Pero como es una delfina madre con su cría, a nadie se le ocurre decir que la delfina es superior, sino que se entiende por sentido común el proteger lo que debe ser protegido (o en todo caso, se diría que la delfina es inferior porque es más débil)

Según la jerarquía social establecida (Aristóteles), a quien deba ser protegido suele considerársele como más débil e inferior: así se consideraba inferior a las mujeres, a l@s niñ@s, etc. Pero en cambio, si se protege a un hombre, no es porque sea más débil, sino porque es un jefe superior, como el sistema neurológico humano que ‘domina’ nuestro cuerpo.

El otro argumento que se me daba para establecer la superioridad del sistema neurológico es que es lo último que deja de funcionar cuando uno se muere, es decir, que la muerte se declara con el electroencefalograma plano. Tampoco le veo sentido a este argumento. Es posible que sea el último sistema en dejar de funcionar, y puede ser una observación interesante para tener en cuenta en el funcionamiento del cuerpo, pero ¿por qué este aspecto específico tiene que configurarle como más importante, superior o dominante sobre los demás sistemas? Me parece tan arbitrario como el decir lo contrario, que el primero que deja de funcionar es el más importante, el que domina a los demás o el ‘superior’; y que por eso, tras fallar el más importante, se empiezan a morir los demás. Antes, cuando no había sistemas de ventilación artificial ni electroencefalogramas, se decía que nos moríamos cuando se paraba el corazón y dejábamos de respirar, porque dejamos de meter oxígeno. ¿Se consideraba por eso el sistema respiratorio o el cardiovascular ‘superior’ a los demás? También podríamos establecer que el sistema ‘superior’ es el reproductivo, porque ahí es donde nace y se hace el embrión humano; o que el ‘superior’ es el sistema erógeno porque es el que nos da más placer, y el placer es lo que mueve la vida… ¿Más sugerencias para establecer un baremo de categorías jerárquicas? Puede ser el sistema que más trabaje, el que más calorías queme, o el que menos, según nos pille el día. En las modas, da igual la moda que sea, lo importante es que exista la moda para que haya un baremo con respecto al cual clasificar a las mujeres para fomentar la competitividad. Pero en las cosas de la dominación, ahí los baremos no son arbitrarios, lo superior no puede ser cualquier cosa.

¿Por qué no se ve la función del sistema neurológico como una función al servicio de la sinergia corporal, al igual que el placer, o que el sistema cardio-vascular (un sistema de distribución a cada célula del oxígeno, nutrientes, etc. y de retirada de los productos de desecho), o que el sistema digestivo (que da las ‘ordenes’ al cerebro -en realidad envía señales- para que aparezca la pulsión de las ganas de comer, y que es capaz de despiezar y desmenuzar todo lo que ingerimos, de separar lo que sirve de los productos de desecho, de filtrarlo todo y transformarlo en las sustancias que todas y cada una de las demás células requieren), o los órganos de la percepción sensorial (ojos, oídos…) que ‘dan las órdenes’ al cerebro de tantas y tantas cosas?

Los discursos de la dominación, con su jerarquización, aplastan el sentido que tiene la diversidad y distorsionan las funciones originales; nos impide ver que la vida es la armonía de la diversidad, una autorregulación sin línea de mandos jerárquica.

De hecho no hay argumentos, pues todos dependen de la perspectiva. Todos los sistemas del cuerpo se están continuamente enviando señales (enzimas, moduladores, hormonas, etc.) que se pueden ver como órdenes emitidas por organismos jerarquizados a conveniencia, o como funciones o señales entre organismos in-formacionalmente relacionados (con trasvase de materia y energía), dentro de la autorregulación sinérgica y común del cuerpo humano.

Lo que se jerarquiza es por conveniencia social; es una arbitrariedad sujeta, determinada o impuesta por el pacto social; pero esta arbitrariedad es ajena al funcionamiento de la vida.

Una vez establecida la superioridad del cerebro y del sistema neurológico, entonces sólo hay que dar un pequeño paso para establecer la superioridad de los que tienen el cerebro más desarrollado, es decir los que son más ‘inteligentes’.

Y así con poco esfuerzo llegamos al paradigma fascista de los superhombres, de la inteligencia artificial y de la élite de superhombres ‘inteligentes’ que deben gobernar el mundo.

En un principio ya no hay necesidad de asociar la inteligencia superior a los hombres, a los adultos, a determinadas razas, o religiones, o linajes o a su poderío económico… pero si escarbamos un poco también nos acaban diciendo que tal raza tiene un determinado diámetro cráneo-encefálico o un coeficiente intelectual mayor, que tal religión tiene acumulada tanta sabiduría, que tales linajes y sectores sociales tienen más desarrollada la inteligencia y también la educan mejor, que poseen técnicas para desarrollar la inteligencia, etc. etc.

La Mimosa, 25 de agosto 2008


Se entiende que cada nivel de organización debe tener por finalidad la del conjunto,
y que la finalidad del conjunto debe permitir la de cada nivel de organización subyacente(…)
Si en un organismo no existen jerarquías, no existe relación de dominio,
es porque cada célula, cada órgano, cada sistema,
cumple una función cuya finalidad es participar en la conservación de la estructura del conjunto,
sin la cual ningún nivel de organización, del más simple al más complejo, podría sobrevivir.

Henri Laborit, Mecanismos biológicos y sociológicos de la agresividad, en La violence et se causes, ed.UNESCO, Paris 1981. (pág.49). Se puede descargar en
www.unesco.org

No hay comentarios: